Tras el habitual parón de catas veraniego, los iRekonductibles volvimos a la carga con más ganas que nunca a comienzos de Septiembre. En esta ocasión el invitado fue el gran Guillermo Cruz, el cual vino acompañado por su inseparable Silvia García, ambos sumilleres del Mugaritz. Hacía tiempo que no recordaba una jornada tan excepcional, no sólo por la calidad de los vinos sino también por la pasión y entrega de Guillermo, todo un fuera de serie. Cada uno de los vinos encerraba una historia emocionante, lo que hizo que disfrutásemos de tal manera que aplaudiésemos a varios vinos por lo excepcional de las sensaciones que nos brindaron. Desde que nació nuestro grupo iRekonductibles, comenzamos a aplaudir a aquellos vinos que nos resultaban tan especiales que llegaban a emocionarnos y, en estos seis o siete años de andadura, puedo deciros que los aplaudidos podían contarse con los dedos de una mano y media. En esta ocasión fueron varios los galardonados. Menudo disfrute.

Comenzamos con dos magníficos vinos de Champagne: el Marie Courtain Concordance de Dominique Moreau, una de mis productoras preferidas y el Philipponnat L.V. 1983. Maravilloso vino el primero, eléctrico y personalísimo. Algo cerrado en nariz el segundo pero con una boca deslumbrante, burbuja finísima y delicadamente crujiente.

Resultó de gran interés la siguiente pareja de vinos. Szepsy Úrágya y Szent Tamás Úrágya, de Tokaj en Hungría, ambos procedentes de la misma parcela y añada – 2015 – pero elaborados por padre e hijo respectivamente. Pudimos apreciar con claridad el estilo moderno del hijo, con acusado cáracter mineral y de placer más inmediato y más clásico el del padre, con un mayor protagonismo de la barrica pero con un potencial de envejecimiento superior al del hijo. Ambos vinos excelentes, de gran personalidad y todo un lujo poder beberlos al mismo tiempo.

Guillermo demostró su devoción por la cultura japonesa y en especial por todo lo que rodea la elaboración y ritual de servicio del sake. Mientras escuchábamos atónitos sus explicaciones dimos cuenta de un Junmai Daiginjô de Kiyashô Shuzô. Reconozco que aún no he sido cautivado por este mundo, pero estoy seguro que ése momento llegará. Madre mía, ¡cuánto queda por aprender!

Llegó el turno de los vinos riojanos. El primero un Viña Tondonia rosado del 2000 de bodegas López Heredia de Haro, lugar de visita obligada para todos aquellos que no la conozcáis todavía. Uno de esos vinos con muchísima historia a sus espaldas, escaso y codiciado. Seguimos con un Castillo Ygay 1970 de Bodegas Murrieta, con más de cuarenta años de edad aunque jovencísimo todavía, con una boca esplendorosa, con nervio, de gran intensidad y final eterno. Probablemente el Viña Real de 1968 fue el único que no estuvo a la altura de una jornada plena de felicidad. Se mostró cansado y no pudo mostrar la gloria de otras botellas viejas de la misma bodega disfrutadas en Rekondo.

Borgoña no podía faltar a la cita y dimos cuenta del Grand Cru Blanchot 2006 del productor más prestigioso de Chablis, François Raveneau y del 1er Cru de Pommard “Les Rugiens” 2008 de Lucien Le Moine. Excelente éste último, ¡qué poderío! ¡qué clase!, pero sorprendentemente flojo el primero para lo que se espera de un Raveneau. Cosas que pasan.

El Cerreta 2008 hizo que se me saltara alguna lagrimilla de emoción. El Piemonte es una de las grandes regiones vinícolas del mundo y Conterno muestra su lado más fino y elegante. Un vino vibrante, maravilloso, uno de los mejores de la tarde.

Otro de los momentos mágicos tuvo lugar al descorchar un Vouvray Le Haut Lieu de 1924. Huet fue probablemente el productor con el que comencé a descubrir los vinos del Loire y probar este 1924 fue un momento francamente especial para mí. Se llevó un aplauso.

Si existe una añada mítica en el Rheingau alemán ésa es la 1971. Podéis imaginaros de que año fue el Winkeler Jesuitengarten Auslese de Fritz Allendorf. La Riesling es la uva blanca preferida de Guillermo, para él es la reina. Un vino con más de cuarenta y cinco años, excepcionalmente amplio en aromas y deliciosamente meloso en la boca. Fortuna la nuestra.

Viajamos también hasta Oporto, cuña de vinos míticos y especialistas en atrapar el tiempo en una botella. El encargado de demostrarlo fue un Kopke Colheita 1965, jovencísimo también aunque comenzando ya a mostrar ese equilibrio mágico que van adquiriendo con el tiempo estos vinos.

Poner final a una sesión de tal envergadura no resulta fácil. Sin embargo, lo que vivimos con el último vino fue motivo de uno de los más emotivos aplausos con que hemos ovacionado a un vino en Rekondo. Tío Pancho 1728. ¿He leído bien? Pues sí. 1728. Un Pedro Ximénez de Gonzalez Byass con casi trescientos años a sus espaldas, uno de los vinos más viejos que podemos encontrar hoy día no sólo en Jerez sino en todo el mundo. Tan sólo esto hace que sientas un escalofrío desde los pies a la cabeza. Abrir una de éstas botellas resulta una experiencia única para todo amante del vino, uno de esos momentos que serán recordados por todos los allí presentes.

Profundamente agradecido a nuestro querido amigo Guillermo, una persona generosa donde las haya y de exquisita calidad humana. Una persona que sabe transmitir su pasión por el vino y que es capaz de hacer feliz a cualquiera que comparta con él una copa de vino. Y si son unas botellas pues mucho mejor.

¡Salud!

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