De todas las regiones vinícolas de Cataluña la Terra Alta es una de las más desconocidas con sus 6.000 ha de viñedo al sur de Tarragona, entre el río Ebro y la provincia de Teruel. Aunque la Cabernet Sauvignon, la Syrah o la Chardonnay tuvieron su momento de expansión a finales de los 90 y el comienzo del siglo actual, los vinos de mayor personalidad siempre se han elaborado con Garnacha o Vernatxa, como la llaman los terraltins, en sus tres versiones – blanca, tinta y peluda – sin olvidarnos de la Morenillo, casta que incomprensiblemente no ha sido aún aprobada por el Consejo Regulador, a pesar de ser “la más local” de todas y disponer de algunos viñedos que llegan prácticamente al siglo de edad. Tirón de orejas.
Animado por mi buen amigo Xabi Nolla, creador de excelentes vinos en diversos puntos de Cataluña, me dispuse a visitar la región junto a Iban Mate, inmejorable compañero de fatigas vinícolas. Concertamos un encuentro con Pili Sanmartín, sexta generación en Bàrbara Forés. Allí nos esperaba, a las diez de la mañana de un precioso sábado de finales de Febrero en su bodega, situada en una antigua casona del centro histórico de Gandesa. Con el maletero de su furgoneta cargado con unas cuantas botellas, un par de cubos con hielo y una docena de copas nos dirigimos hacia el viñedo. Quedamos asombrados con la belleza del lugar. Vegetación mediterránea de interior: olivos, vid y almendros. Al oeste el Parque Natural dels Ports, con sus imponentes picos recortando las nubes en un cielo azul intenso, dando cobijo a pueblos tan bellos como Horta de Sant Joan o Arnes. Nosotros como si estuviéramos también en el cielo, en mitad de un campo de viejas garnachas y un bombardeo de vinos bien cargados de personalidad, tanta como la que atesora Pili, su creadora. Se incorporó a la bodega familiar en 2014 aportando nuevas ideas y una visión más fresca y actual. Sabe interpretar el paisaje, lo que dicta la naturaleza, haciéndose valer de su talento e intuición para tomar las decisiones más acertadas y, cuando no lo son tanto, sabe hacer virtud de sus errores. Sus vinos te muestran registros diferentes. Aromas, texturas y sabores que te hacen pensar en ellos. Tras pasar un buen rato compartiendo experiencias, paseando por el viñedo y empapándonos de la esencia del lugar, volvimos para conocer, junto a sus padres, el trabajo que realizan en la bodega. Un lujo de mañana.
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Ahora más que nunca… ¡salud amigos!