Telmo Garín
Queridos lectores, hoy quiero invitarles a echar un vistazo a nuestro pasado. Una visita a una época que sólo conocemos por los relatos de guerras, reyes y emperadores. Pero en esta ocasión no serán la violencia y las dinastías las que dicten nuestro relato, lo será el vino.
Gracias al autor normando Henri d´Angeli -s.XIII- nos llega un poema del año 1224 llamado La Bataille des Vins. En sus versos hallamos la historia de una cata de vinos organizada -no se sabe si en verdad tuvo lugar este acontecimiento, lo más seguro es que fuese producto de la mente del autor- para o por el rey de Francia Felipe II Augusto, monarca destacado en la historia del país, codeándose con Luis IX y Luis XIV y en la que un religioso anglosajón es elegido catador. Aquí ya tenemos dos cosas que nos llaman la atención.
La primera es la elección de un religioso como catador, esto nos recuerda al tópico del clérigo bebedor, común en la literatura medieval y moderna. Aunque hay que reconocer que fueron los monjes quienes más desarrollaron la vitivinicultura en la Europa medieval, y los que la mantuvieron con vida hasta nuestros días. Esta labor es comparable a sus trabajos como copistas, gracias a los cuales salvaron conocimientos antiguos en tiempos oscuros.
Y segundo, es inglés, una elección curiosa si tenemos en cuenta las hostilidades que se dieron entre los reinos franco y anglo durante toda la segunda parte de la Edad Media. Esto debido a que con el ascenso al trono inglés de Guillermo el Conquistador en 1066 feudos franceses -Normandía, y más tarde todo el occidente franco- pasaron a estar bajo soberanía inglesa, aunque de iure dichos territorios eran vasallos del rey de Francia. Si nos fijamos en lo que ocurría por aquellas fechas entre ambos estados destaca cómo Felipe II acababa de propinar una humillante derrota a Juan Sin Tierra -rey de Inglaterra tras la muerte de su hermano Ricardo Corazón de León en 1199- debido a la cual perdió casi la totalidad de sus feudos continentales a excepción de los situados al sur del Garona.

Si nos sumergimos en los versos nos topamos con un sinfín de citas sobre vinos procedentes de una u otra región. Hispania, Germania, Inglaterra… aunque no se hace mucho hincapié en ellos, tanto en la procedencia exacta como en sus características. Pero con Francia la cosa cambia, en total se pueden enumerar en torno a 50 vinos distintos, siendo la mayoría de la zonas centro y norte.
Muchas poblaciones citadas siguen destacando hoy en día por su vino, Chablis en Borgoña o Epernay en Champagne. Otras como Pierrefite o Deuil ya no producen de manera destacada pues, con el paso de los años, las zonas antaño rurales se han convertido en área de gran desarrollo urbanístico.
Aunque analizar la lista de todos los vinos sería provechoso haría falta un documento más extenso. A grandes rasgos podemos hacernos a la idea del gusto imperante en la época, o al menos en las regiones del norte de Francia, en aquel entonces bajo control directo de la corona o de nobles señores o eclesiásticos afines al rey. Destaca el poco protagonismo de las elaboraciones sureñas, esto se puede deber tanto al gusto particular de los norteños, habituados a vinos ligeros, así como a los episodios de violencia contra el sur a partir de la Cruzada Albigenese, persecución religiosa que tuvo lugar en el sur de Francia la primera mitad del s. XIII, en la que los señores del norte persiguieron a los cátaros y a todo noble que los protegiese. Aunque por supuesto no excluyeron Burdeos de la sección de vins apréciés -el nombre dado a la lista de vinos apreciados, su contraparte serían los vins exclus-.
En el mapa que se muestra a continuación se puede ver que la mayoría de vins apréciés están en el Loira, Borgoña y Champagne. Con esto y los datos que tenemos sobre la vinificación de la época -técnicas carentes de remedio para alargar la vida útil de la bebida, por lo que en su amplia mayoría eran del año- podemos decir sin duda alguna que el gusto de la corte francesa en la primera mitad del siglo XIII se asemejaría a los vinos del Loire y Borgoña, destacando los primeros.

Pero si fue una competición en busca del mejor vino, ¿quién salió ganador? El título parece ser que fue para el Commandaria. Este vino puede resultar conocido a algunos, pues tras la 2ª Cruzada, en la que tomaron parte el ya citado monarca y el rey inglés Ricardo Corazón de León, el eco de su nombre llegó a las cortes de toda Europa, que se deleitaban escuchando las hazañas acaecidas en Tierra Santa. A nosotros nos llega, sobre todo, por el episodio del banquete de bodas de Ricardo y Berenguela de Navarra en Chipre, en la que el rey angevino -Anjou, lugar de origen de su dinastía- lo denominó como “vino de reyes y rey de los vinos”, o al menos eso se cuenta.
El Commandaria se trata de un vino dulce tradicional chipriota, elaborado en la zona homónima de producción vinícola en el centro sur de la isla, al norte de Limasol. Elaborado con las variedades locales xynisteri -blanca- y mavro -tinta-, que pasifican al sol para luego añejarse en barricas de roble, donde la normativa actual indica que no puede exceder el 20% vol. En el mercado actual podemos encontrar marcas como St John, Alasia, St. Nicholas y Saint Barnabas. Cuyo precio medio ronda los 35€. Por menciones, como la hallada en La Bataille des Vins, los chipriotas presumen de que su vino tiene una identidad propia y una larguísima trayectoria, contando 800 años desde el paso de los cruzados por la isla.
Como conclusión, me gustaría enfatizar el papel del vino como herramienta de estudio y empatía para con nuestro pasado. Hay quienes pasamos la vida fantaseando con lo que sería haber vivido entre las calles del Bagdad medieval, o haber cursado estudios en la academia de Platón. Pero lo cierto es que fuera de la dimensión onírica esos lugares nos están vetados. Pero siempre nos quedará emular sus comidas, ropajes y por supuesto bebidas, para conocer que sentían nuestros ancestros. Son el vino, la música y la literatura, entre muchas otras, las vías de acceso a estos mundos perdidos. Quizá nunca lleguemos a experimentar la vida de aquellos que nos precedieron, pero podemos buscar calmar nuestra sed de curiosidad en los mismos pozos que lo hacían ellos. Sus canciones, historias, gastronomía y demás siempre serán un punto de encuentro.
Un especial agradecimiento a Carmen Conde, destacada profesora de francés, por su ayuda a la hora de analizar el texto original.